más tiempo que tú, y se le endulzó el vientre de manera tan hermosa que tuvo dos criaturas ahí
abajo, en el río, porque no le daba tiempo a llegar a las casas, y ella misma las trajo en un pañal para
que yo las arreglase.
YERMA. ¿Y pudo venir andando desde el río?
DOLORES. Vino. Con los zapatos y las enaguas empapadas en sangre..., pero con la cara
reluciente.
YERMA. ¿Y no le pasó nada?
DOLORES. ¿Qué le iba a pasar? Dios es Dios.
YERMA. Naturalmente. No le podía pasar nada, sino agarrar las criaturas y lavarlas con agua viva.
Los animales los lamen, ¿verdad? A mí no me da asco de mi hijo. Yo tengo la idea de que las recién
paridas están como iluminadas por dentro, y los niños se duermen horas y horas sobre ellas oyendo
ese arroyo de leche tibia que les va llenando los pechos para que ellos mamen, para que ellos
jueguen, hasta que no quieran más, hasta que retiren la cabeza "... otro poquito más, niño... ", y se
les llene la cara y el pecho de gota blancas.
DOLORES. Ahora tendrás un hijo. Te lo puedo asegurar.
YERMA. Lo tendré porque lo tengo que tener. O no entiendo el mundo. A veces, cuando ya estoy
segura de que jamás, jamás..., me sube como una oleada de fuego por los pies y se me quedan
vacías todas las cosas, y los hombres que andan por la calle y los toros y las piedras me parecen
como cosas de algodón. Y me pregunto: ¿para qué estarán ahí puestos?
VIEJA 1 Está bien que una casada quiera hijos, pero si no los tiene, ¿por qué ese ansia de ellos? Lo
importante de este mundo es dejarse llevar por los años. No te critico. Ya has visto cómo he
ayudado a los rezos. Pero, ¿qué vega esperas dar a tu hijo, ni qué felicidad, ni qué silla de plata?
YERMA. Yo no pienso en el mañana; pienso en el hoy. Tú estás vieja y lo ves ya todo como un
libro leído. Yo pienso que tengo sed y no tengo libertad. Yo quiero tener a mi hijo en los brazos para
dormir tranquila y, óyelo bien y no te espantes de lo que te digo, aunque yo supiera que mi hijo me
iba a martirizar después y me iba a odiar y me iba a llevar de los cabellos por las calles, recibiría
con gozo su nacimiento, porque es mucho mejor llorar por un hombre vivo que nos apuñala, que
llorar por este fantasma sentado año tras año encima de mi corazón.
VIEJA 1. Eres demasiado joven para oír consejo. Pero, mientras esperas la gracia de Dios, debes
ampararte en el amor de tu marido.
YERMA. ¡Ay! Has puesto el dedo en la llaga más honda que tienen mis carnes.
DOLORES Tu marido es bueno.
YERMA. (Se levanta) ¡Es bueno! ¡Es bueno! ¿Y qué? Ojalá fuera malo. Pero no. Él va con sus
ovejas por sus caminos y cuenta el dinero por las noches. Cuando me cubre, cumple con su deber,
pero yo le noto la cintura fría como si tuviera el cuerpo muerto, y yo, que siempre he tenido asco de
las mujeres calientes, quisiera ser en aquel instante como una montaña de fuego.
DOLORES. ¡Yerma!
YERMA No soy una casada indecente; pero yo sé que los hijos nacen del hombre y de la mujer.
¡Ay, si los pudiera tener yo sola!
DOLORES. Piensa que tu marido también sufre.
YERMA. No sufre. Lo que pasa es que él no ansía hijos.
VIEJA 1. ¡No digas eso!
YERMA. Se lo conozco en la mirada y, como no los ansía, no me los da. No lo quiero, no lo quiero
y, sin embargo, es mi única salvación. Por honra y por casta. Mi única salvación.