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el placer; que el tiempo nos ha sido dado para gozar del tiempo, y que el hombre es
bueno y sano de suyo (Carta al Cardenal Fornari sobre los errores de nuestro
tiempo, in: CORTÉS, 1965, p. 527).
Esta razão tantas vezes citada se fundamenta nas discussões – o cerne das sociedades
modernas, exemplificado da seguinte maneira: direito à liberdade de imprensa, inviolabilidade
da tribuna e a soberania das assembléias deliberantes. Esses lugares de discussão e de pouca
ação, para o Donoso de 1850 em diante, estão sendo inócuos à vida política. Quer dizer, não
estão cumprindo com o seu papel de divulgador de idéias e opiniões
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, o que não quer dizer
que não devam existir enquanto resistência ao poder do soberano, no caso, o monarca. Ao
contrário do que afirma Schmitt: “o parlamento é uma instituição obsoleta, já que os
princípios da discussão e da publicidade também o são” (1996, p. 4), Donoso não nega o
parlamento em si, apenas suas aspirações ao poder, como ocorre na monarquia britânica.
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Donoso Cortés, longe de ser um personagem contrário à liberdade de opiniões e de imprensa (direitos
garantidos pela Constituição espanhola de 1845, da qual foi redator), critica a maneira como são exercidas essas
liberdades na sociedade moderna. Para ele, os jornais, ao invés de permitirem a difusão de informações, são
monopolizados pelos partidos políticos. Estes, por seu turno, nada mais fazem do que elogiarem a si próprios e
aos seus membros, contradizendo a própria idéia do antagonismo de opiniões, isto é, da análise de várias
apreciações diferentes. Em termos mais simples, não há imprensa livre e imparcial, mas sim imprensa privada e
comprometida. Já os livros, outro importante meio de comunicação, não conseguem abarcar as opiniões dos
cidadãos, uma vez que para escrever um livro são necessários uma boa soma de dinheiro e influência. Não que a
divulgação de idéias seja pérfida, ao contrário, ela é positiva, mas não é realizada de acordo com os padrões
mercadológicos, deixando vários cidadãos sem exercerem os seus direitos: “La libertad de imprenta ha sido
proclamada (...) para asegurar tres grandes principios, de los cuales el uno interesa a los individuos, y los otros
dos a la sociedad; el que interesa a los individuos consiste en el derecho que todo hombre tiene de comunicar a
los otros lo que piensa; los otros dos consisten en el derecho que tiene la sociedad a que entren en lucha y en
discusión todos los pensamientos, todas las teorías, todos los sistemas, y en el derecho que esa misma sociedad
tiene de que se dé publicidad a todo lo que interesa a los pueblos. El periodismo es la institución consagrada a
ser la garantía y la realización de aquel derecho individual y de estos derechos sociales. Pues bien (…) en
primer lugar, el periodismo ha hecho imposible en la práctica el derecho que todo español tiene de publicar sus
pensamientos por medio de la presa; (…) por una parte, matando a los libros, y, por otra, sustrayendo los
periódicos a la fortuna individual de todos los españoles que no sean muy ricos. Hoy día (…) un español que no
sea millonario no puede escribir un periódico ni publicar un libro: para el periódico no tiene dinero y para el
libro no encuentra lectores. (…) Hoy día, para publicar su pensamiento, los españoles necesitan transformarle
de individual en colectivo; sólo los partidos tienen libertad; los españoles no la tienen. (…) La libertad que la
Constitución apetece no es la de los partidos, (…) sino de los ciudadanos; pues ésta precisamente es la que el
periodista ha hecho de todo punto imposible. Vengamos al principio de la publicidad (…). Lejos de ser el
periodismo un medio de revelar a todos lo que deben saber, es el medio más eficaz (…) para ocultar lo que todo
el mundo debe saber y lo que todo el mundo sabe. (…) El único medio que tenéis de saber la verdad es echaros
a la calle para preguntarla a vuestros amigos y conocidos, y (…) el único medio que tenéis de ignorarla (…) es
leer los periódicos. (…) Por último, el periodismo se ha inventado en un interés de discusión: (…) el periodismo
y la discusión son cosas incompatibles; (…) a nadie puede parecerle verdadera discusión la que entablan
diariamente entre sí algunas docenas de periodistas. La discusión, para que sea provechosa, ha de existir en
mayor escala y ha de alcanzar más grandes proporciones; se ha de transmitir de los que escriben a los que leen;
importa poco que discutan los que escriben, si no discuten al mismo tiempo sus lectores. (…) Sucede que cada
uno lee el periódico de sus opiniones; (…) cada español se entretiene en hablar consigo propio. (…) El
periodismo (…) da por resultado un monologo perpetuo (…). Un periódico es la voz de un partido que está
siempre diciendo a sí mismo: Santo, santo, santo” (Discurso sobre la situación de España, in: CORTÉS, 1970b,
p. 486-487).