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próprio Neruda (2000:130) sobre os motivos que provocaram mudanças em
seu fazer poético:
Había casi terminado de escribir el primer volumen de Residencia en
la tierra. Sin embargo, mi trabajo había adelantado con lentitud.
Estaba separado del mundo mío por la distancia y por el silencio, y
era incapaz de entrar de verdad en el extraño mundo que me
rodeaba.
Mi libro recogía como episodios naturales los resultados de mi vida
suspendida en el vacío; ‘Mas cerca de la sangre que de la tinta’.
Pero mi estilo se hizo más acentuado y me di alas en la repetición de
una melancolía frenética. Insistí por verdad y por retórica en un estilo
amargo que porfió sistematicamente en mi propia destrucción. El
estilo no es sólo el hombre. Es también lo que lo rodea, y si la
atmósfera no entra dentro del poema, el poema está muerto: muerto
porque no ha podido respirar.
Como se observará a seguir, há uma clara mudança de tom e de estilo
entre os poemas de Residencia en la tierra (1925-1931), produzidos no Chile e
os produzidos no Oriente. A título de exemplo citam-se dois poemas
residenciários, “Galope muerto” escrito no Chile e “Débil del alba” escrito no
Oriente:
“Galope muerto”
Como cenizas, como mares poblándose,
en la sumergida lentitud, en lo informe,
o como se oyen desde lo alto de los caminos
cruzar las campanadas en cruz,
teniendo ese sonido ya aparte del metal,
confuso, pesando, haciéndose polvo
en el mismo molino de las formas demasiado
lejos,
o recordadas o no vistas,
y el perfume de las ciruelas que rodando a
tierra
se pudren en el tiempo, infinitamente verdes.
Aquello todo tan rápido, tan viviente
inmóvil sin embargo, como la polea loca en sí
misma,
esa rueda de los motores, en fin.
[...]
(NERUDA, 1999:257)
“Débil del alba”
El día de los desventurados, el día pálido se
asoma
con un desgarrador olor frío, con sus fuerzas en
gris,
sin cascabeles, goteando el alba por todas partes:
es un naufragio en el vacío, con un alrededor de
llanto.
[...]
Yo lloro en medio de lo invadido, entre lo
confuso
entre el sabor creciente, poniendo el oído
en la pura circulación, en el aumento
cediendo sin rumbo el paso a lo que arriba,
a lo que surge vestido de cadenas y claveles,
yo sueño, sobrellevando mis vestigios morales
[...]
Estoy solo entre las materias desvencijadas,
la lluvia cae sobre mí, y se me parece,
se me parece con su desvarío, solitaria en el
mundo muerto,
rechazada al caer, y sin forma obstinada.
(NERUDA,1999: 260-261)