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Dante Alighieri donde los libros son gratis
muchas veces me había llamado ya en mis sueños. Mirándole, pare-
cióme asimismo que lloraba lastimeramente y que esperaba de mí al-
guna palabra, por lo cual, convencido de ello, comencé a hablarle de
esta manera: «¿Por qué lloras, noble señor?» A lo que respondióme:
Ego tanquan centrum, circuli cui simili modo se habent circunferentiae
partes; tu autem non sic. Entonces, meditando sus palabras, hallé que
me había hablado con gran oscuridad, por lo cual procuré decirle lo
siguiente: «¿Por qué, señor, me hablas tan oscuramente?» Y me repuso,
ya en lengua vulgar: «No preguntes sino cosas útiles.» Comencé, pues,
a hablar con él del saludo que se me negó y le pregunté la causa de esta
negativa, a lo cual respondióme del siguiente modo: «Nuestra Beatriz
oyó, hablando de ti con algunas personas, que la dama que te indiqué
en el camino de los suspiros había sido enojada por ti, lo cual motivó
que la gentilísima Beatriz, contraria a que se causen molestias de este
linaje, no se dignara saludarte, creyendo que habías molestado. Por
esto, aunque realmente ha tiempo que conoce tu secreto, quiero que le
rimes unas palabras diciéndole el señorío que sobre ti ejerzo gracias a
ella, y cómo a ella te consagraste desde tu más tierna infancia. Invoca
por testimonio a quien lo sabe, y yo, que soy éste, gustosamente daré
fe, con lo cual advertiré tus verdaderas intenciones y consiguiente-
mente se percatará de que estaban engañados quienes le hablaron. Haz
que tales versos sean indirectos para no hablarle directamente, como si
no fueras digno de ello. Cuida, en fin, de mandárselos a donde yo me
encuentre y pueda dárselos a entender, así como de revestirlos con
suave armonía, en la que intervendré cuando fuere menester.»
Pronunciadas estas palabras, desvanecióse y se truncó mi sueño.
Luego, rememorando, inferí que la visión había acaecido en la novena
hora del día. Y antes de salir de mi estancia me propuse componer una
balada en la que cumpliría lo que mi señor habíame impuesto. Así, es-
cribí esta balada, que empieza: «Balada, corre, que al Amor te envío.»
Balada, corre, que al Amor te envío;
con él junto a mi dama te adelantas,
y de mi afecto, que en tus versos cantas,