ahora estáis agotádos y sin fuerzas; con el duro vagar siempre en vuestras mientes. Y
vuestro ánimo no se llena de pensamientos alegres, pues ya habéis sufrido mucho."
«Así dijo, y nuestro valeroso ánimo se dejó persuadir. Allí nos quedamos un año entero
-día tras dia-, dándonos a comer carne en abundancia y delicioso vino. Pero cuando se
cumplió el año y volvieron las estaciones con el transcurrir de los meses -ya habían
pasado largos días-, me llamaron mis fieles compañeros y me dijeron:
«"Amigo, piensa ya en la tierra patria, si es que tu destino es que te salves y llegues a tu
bien edificada morada y a tu tierra patria."
«Así dijeron, y mi valeroso ánimo se dejó persuadir. Estuvimos todo un día, hasta la
puesta del sol, comiendo carne en abundancia y delicioso vino. Y cuando se puso el sol y
cayó la oscuridad, mis compañeros se acostaron en el sombrío palacio. Pero yo subí a la
hermosa cama de Circe y, abrazándome a sus rodillas, la supliqué, y la diosa escuchó mi
voz. Y hablándole, decía aladas palabras:
«"Circe, cúmpleme la promesa que me hiciste de enviarme a casa, que mi ánimo ya está
impaciente y el de mis compañeros, quienes, cuando tú estás lejos, me consumen el
corazón llorando a mi alrededor."
«Así dije, y al punto contestó la divina entre las diosas:
«"Hijo de Laertes, de linaje divino, Odiseo rico en ardides, no permanezcáis más
tiempo en mi palacio contra vuestra voluntad. Pero antes tienes que llevar a cabo otro
viaje; tienes que llegarte a la mansión de Hades y la terrible Perséfone para pedir oráculo
al alma del tebano Tiresias, el adivino ciego, cuya mente todavía está inalterada. Pues
sólo a éste, incluso muerto, ha concedido Perséfone tener conciencia; que los demás
revolotean como sombras."
«Así dijo, y a mí se me quebró el corazón. Rompí a llorar sobre el lecho, y mi corazón
ya no quería vivir ni volver a contemplar la luz del sol.
«Cuando me había hartado de llorar y de agitarme, le dije, contestándole:
«"Circe, ¿y quién iba a conducirme en este viaje? Porque a la mansión de Hades nunca
ha llegado nadie en negra nave."
«Así dije, y al punto me contestó la divina entre las diosas:
«"Hijo de Laertes, de linaje divino, Odiseo rico en ardides, no sientas necesidad de guía
en tu nave. Coloca el mástil, extiende las blancas velas y siéntate. El soplo de Bóreas la
llevará, y cuando hayas atravesado el Océano y llegues a las planas riberas y al bosque de
Perséfone -esbeltos álamos negros y estériles cañaverales-, amarra la nave allí mismo,
sobre el Océano de profundas corrientes, y dirígete a la espaciosa morada de Hades. Hay
un lugar donde desembocan en el Aqueronte el Piriflegetón y el Kotyto, difluente de la
laguna Estigia, y una roca en la confluencia de los dos sonoros ríos. Acércate allí, héroe
-así te lo aconsejo-, y, cavando un hoyo como de un codo por cada lado, haz una libación
en honor de todos los muertos, primero con leche y miel, luego con delicioso vino y en
tercer lugar, con agua. Y esparce por encima blanca harina. Suplica insistentemente a las
inertes cabezas de los muertos y promete que, cuando vuelvas a Itaca, sacrificarás una
vaca que no haya parido, la mejor, y llenarás una pira de obsequios y que, aparte de esto,
sólo a Tiresias le sacrificarás una oveja negra por completo, la que sobresalga entre
vuestro rebaño. Cuando hayas suplicado a la famosa rata de los difuntos, sacrifica allí
mismo un carnero y una borrega negra, de cara hacia el Erebo; y vuélvete para dirigirte a
las corrientes del río, donde se acercarán muchas almas de difuntos. Entonces ordena a
tus compañeros que desuellen las víctimas que yacen en tierra atravesadas por el agudo