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Esta redefinición en los modos con que el pasado es narrado,
transmitido, cristalizado y hasta confrontado, suele designarse como
“memoria” tanto por los actores como por sus analistas. Yo prefiero
hablar de prácticas de historización” como la selección, clasificación,
registro y reconceptualización de la experiencia, donde el pasado se
integra y recrea significativamente desde el presente a través de
prácticas y nociones socioculturalmente específicas de temporalidad,
agencia y causalidad. Con esta expresión puedo enfatizar los aspectos
creativos y procesuales de los usos del pasado, contrastando con el
concepto de memoria como contenido y archivo donde se almacenan
hechos pretéritos. Si bien el modelo de archivo es congruente con el
fin moral de los estudios que aspiran a “recuperar” las lecciones de la
historia que caerían inmerecidamente en el olvido (silencio) o en la
distorsión (revisionismo), la “memoria social” no permite, así
entendida, explicar ni cómo se dirimen las memorias “fieles” de las
“adulteradas”, ni por qué el silencio dejaría de ser una vía para el
recuerdo. Hablar de prácticas de historización permite indagar en la
historia como arma fundamental de la política, en sus procesos de
constitución y en las prácticas específicas de la historia según los
procesos sociopolíticos de los cuales son parte. (p. 424)
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No livro La Homosexualidad em la Argentina, publicado em 1987, o ativista gay
Carlos Jáuregui, havia traduzido um relato de Tom Burke, publicado na revista norte-
americana Rolling Stone en 1977. Para Jáuregui, “Stonewall fue nuestro ghetto de
Varsovia”
(p. 145):
[...] Los travestis callejeros, altos, mutados en aves chillonas
multicolores, revoloteaban por el cercano parque […]. Antes,
siempre, cuando los bares gays eran cerrados por la policía, los
clientes expulsados se daban buena prisa en abandonar el lugar; pero
esta vez, en cambio, media docena se queda en la acera, todavía con
sus botas [sic] de cerveza en la mano, mascullando entre ellos. Su
número aumenta al unírsele las ruidosas locas del parque, esos
groseros polimorfos que habían sido considerados como parias de la
homosexualidad, castrados irrisorios, que comienzan a enfrentar a la
policía; y ya hay uno de ellos que escupe el primer ¡Cerdos! Y lanza el
primer bote contra un agente atónito. Ahora, la mayoría de los
doscientos clientes del Stonewall ya están en la calle y no parecen
tener muchas ganas de largarse, y hay alguien que recoge el grito de
guerra y lanza otro bote de cerveza; al instante, latas, botellas, aullidos
son arrojados contra los coches patrulla. […] Sirenas: aparecen
súbitamente decenas de guardias, pero no son bastantes para contener
la revuelta. Los gays se organizan, se relevan en piquetes y resisten el
ataque. […] Los disturbios continuaron todas las noches durante siete
días. (
Apud Jáuregui, 1987, p. 144-145, grifos meus.)
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Ao longo da minha etnografia são descritos o uso e o valor de metáforas que mobilizam o
‘apagamento’ de determinadas agências como significante, a mais freqüente é a que refere à idéia de uma
“invisibilização”.
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Cf. Duberman, 1993.