-No son pequeñas dificultades, Sabino, las que habéis movido -dijo Marcelo entonces-; y señaladamente la primera
es cosa revuelta y de duda, y adonde quisiera yo más oír el parecer ajeno que no dar el mío. Y aun es cosa que, para
haberse de tratar de raíz, pide mayor espacio del que al presente tenemos. Pero, por satisfacer a vuestra voluntad, diré con
brevedad lo que al presente se ofrece, y lo que podrá bastar para el negocio presente.
Y luego, volviéndose a Sabino y mirándole, dijo:
-Algunos, Sabino, que vos bien conocéis y a quien todos amamos y preciamos mucho por la excelencia de sus
virtudes y letras, han querido decir que este imperio de los moros y de los turcos, que ahora se esfuerza tanto en el mundo,
no es un imperio diferente del romano, sino parte que procede de él y le constituye y compone. Y lo que dice Zacarías de la
cuadrega cuarta, cuyos caballos dice que eran manchados y fuertes, lo declaran así, que sea aquesta cuadrega este
postrero imperio de los romanos, el cual, por la parte de él, que son los moros y turcos, se llama fuerte, y por la parte de él
occidental, que está en Alemania, adonde los emperadores no se suceden, sino se eligen de diferentes familias, se nombra
vario o manchado.
Y, a lo que yo puedo juzgar, Daniel, en dos lugares, parece que favorece algo a aquesta sentencia. Porque en el
capítulo 2, hablando de la estatua, en que se significó el proceso y cualidades de todos los imperios terrenos, dice {67} que
«las canillas de ella eran de hierro, y los pies de hierro y de barro mezclados»; y las canillas y los pies, como todos
confiesan. no son imágenes de dos diferentes imperios, sino del imperio romano solo, el cual en sus primeros tiempos fue
todo de hierro, por razón de la grandeza y fortaleza suya, que puso a toda la redondez debajo de sí; mas ahora, en lo último,
lo occidental de él es flaco y como de barro, y lo oriental, que tiene en Constantinopla su silla, es muy fuerte y muy duro. Y
que este hierro duro de los pies que, según aqueste parecer, representa a los turcos, nazca y proceda del hierro de las
canillas, que son los antiguos romanos, y que así éstas como aquéllos pertenezcan a un mismo reino, parece que lo testificó
Daniel en el mismo lugar, cuando, según el texto latino, dice {68} que del tronco, o como si dijésemos, de la raíz del hierro de
las canillas, nacía el hierro que se mezclaba con el barro en los pies. Y ni más ni menos, el mismo profeta, en el capítulo 7, en
la cuarta bestia terrible, que sin duda son los romanos, parece que afirma lo mismo. Porque dice {69} que tenía diez cuernos,
y que después le nació un otro cuerno pequeño, que creció mucho y quebrantó tres de los otros. El cual cuerno parece que
es el reino del turco, que comenzó de pequeños y bajos principios, y con su gran crecimiento tiene ya quebrantadas y
sujetadas a sí dos sillas poderosas del imperio romano, la de Constantinopla y la de los soldanes de Egipto, y anda cerca de
hacer lo mismo en alguna de las otras que quedan. Y si este cuerno es el reino del turco, cierto es que este reino es parte del
reino de los romanos, y parte que se encierra en él; pues es cuerno, como dice Daniel, que nace en la cuarta bestia, en la
cual se representa el imperio romano, como dicho es. Así que algunos hay a quien esto parece, según los cuales se
responde fácilmente, Sabino, a vuestra cuestión.
Pues si tengo de decir lo que siento, yo hallé siempre en ello grandísima dificultad. Porque ¿qué hay en los turcos
por donde se puedan llamar romanos, o su imperio pueda ser habido por parte del imperio romano? ¿Linaje? -Por la historia
sabemos que no lo hay.-¿Leyes?- Son muy diferentes.-¿Forma de gobierno y de república?- No hay cosa en que menos
convengan.-¿Lengua, hábito, estilo de vivir o de religión?- No se podrán hallar dos naciones que más se diferencien en
esto.-Porque decir que pertenece al imperio romano su imperio, porque vencieron a los emperadores romanos que tenían en
Constantinopla su silla, y derrocándolos de ella les sucedieron, si juzgamos bien, es decir que todos los cuatro imperios no
son cuatro diferentes imperios, sino sólo un imperio. Porque a los caldeos vencieron los persas, y les sucedieron en
Babilonia, que era su silla, en la cual los persas estuvieron asentados por muchos años, hasta que, sucediendo los griegos
y siendo su capitán Alejandro, se la dejaron a su pesar; y a los griegos, después los romanos los depusieron. Y así, si el
suceder en el imperio y asiento mismo hace que sea uno mismo el imperio de los que suceden, y de aquellos a quien se
sucede, no ha habido más de un imperio jamás. Lo cual, Sabino, como vos veis, ni se puede entender bien ni decir.
Por donde algunas veces me inclino a pensar que los profetas del viejo Testamento hicieron mención de cuatro
reinos solos, como, Sabino, decís, y que no encerraron en ellos el mando y poder de los turcos, ni por caso tuvieron luz de
él; porque su fin acerca de este artículo era profetizar el orden y sucesión de los reinos que había de haber en la tierra, hasta
que comenzase en ella a descubrirse el reino de Cristo, que era el blanco de su profecía, y aquello de cuyo feliz principio y
suceso querían dar noticia a las gentes. Mas si, después del nacimiento de Cristo y de su venida y del comienzo de su
reinar, y en el mismo tiempo en que va ahora reinando con la espada en la mano, y venciendo a sus enemigos, y escogiendo
de entre ellos a su Iglesia querida, para reinar Él solo en ella gloriosa y descubiertamente por tiempo perpetuo; así que si en
este tiempo que digo, desde que Cristo nació hasta que se cierren los siglos, se había de levantar en el mundo algún otro
imperio terreno, fuerte y poderoso y no menor que los cuatro pasados, de eso, como de cosa que no pertenecía a su
intento, no dijeron nada los que profetizaron antes de Cristo, sino díjolo eso la providencia de Dios para descubrirlo a los
profetas del Testamento Nuevo, y para que ellos lo dejasen escrito en las Escrituras que de ellos la Iglesia tiene.
Y así San Juan, en el Apocalipsi, si yo no me engaño mucho, hace clara mención -clara digo cuanto le es dado al
profeta- de este imperio del turco; y no como de imperio que pertenece a ninguno de los cuatro, de quien en el Testamento
viejo se dice, sino como imperio diferente de ellos, y quinto imperio. Porque dice en el capítulo 13 {70} que «vio una bestia
que subía de la mar, con siete cabezas y diez cuernos, y otras tantas coronas, y que ella era semejante a un pardo en el
cuerpo; y que los pies eran como de oso, y la boca semejante a la del león»; y no podemos negar sino que esta bestia es