DE LA CLEMENCIA AL EMPERADOR NERON
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se hizo sospechosas todas las cosas, tanto las de
fuera como las de la casa, que por miedo de las ar-
mas ha de recurrir a las armas, que no cree ni en la
fidelidad de los amigos, ni en el cariño de los hijos;
que cuando mira a su alrededor, lo que hizo y lo que
ha de hacer, y abre su conciencia llena de crímenes y
tormentos, a veces teme la muerte y con mayor fre-
cuencia la desea, más aborrecible para sí mismo que
para los que le sirven. Por el contrario, el que cuida
todas las cosas y protege a unas más y a otras me-
nos; quien a ninguna parte de la República deja de
nutrir como si fuera él mismo; quien es propenso
siempre a las medidas suaves, manifestando, aunque
por necesidad tenga que castigar, cuán de mala gana
utiliza los remedios ásperos; en cuyo ánimo no hay
nada hostil y nada feroz, y ejerce su poder plácida y
saludablemente deseando que sus súbditos aprue-
ben sus órdenes; que se cree dichoso, si puede co-
municar su fortuna, y es afable de palabra, accesible,
de cariñoso semblante, se hace querer por el pueblo,
es amable, inclinado a los deseos justos, no amargo,
ni aun para los malos, por toda la ciudad es amado,
defendido, venerado. De él los hombres dicen lo
mismo en público que en secreto. Desean tener hi-
jos y la esterilidad, indicio de los males públicos,